La radio siempre es como la vida

“Al hacer Hoy por Hoy desde casa, también tengo el salón lleno de gente llena de nuestros mismos miedos, de nuestras mismas esperanzas”, escribe el autor.

El salón de mi casa se me está poniendo perdido de palabras. Salpico las paredes con versiones, se me van colando los datos y las curvas estadísticas entre las páginas de los libros de la estantería. En esta radio doméstica no hay ninguna frontera de cristal que me separe del sofá marrón, que proteja de la realidad los pocos cuadros de las paredes.

Desde el 12 de marzo, esa lámpara que ha sobrevivido a todas las mudanzas me ha escuchado contar los contagios, primero solo los contagios, después me ha oído la actualización diaria del número de muertes, ha sabido de hospitales colapsados y de personal sanitario exhausto, ha asistido, como yo, a la angustiosa falta de certezas.

Mi radio (en el sentido sentimental del artículo posesivo) tan excepcional como los días que vivimos, me produce una sensación extraña: la de contar el mundo sin apenas poder asomarme a él. Y lo hago cada día, desde la madrugada. Hay momentos en los que tengo la tentación de abrir las ventanas de par en par y asomarme al patio interior (no, yo no tengo balcón) para explicarme y decir: “Ey, vecino, déjeme que le cuente algo, no crea que he perdido la cabeza, no he desarrollado ningún trastorno por el confinamiento. No soy un enajenado que repasa en alto cada noche las estadísticas, que habla tests y respiradores, de Sánchez y de Casado, de Ayuso y de Simón, de Trump y de Johnson con una extraña familiaridad.

Y no se preocupe, vecina, que algún día la radio saldrá de aquí y con ella se irán todas estas palabras que tanto pesan. Es más, le garantizo que abriré las ventanas de par en par y limpiaré el aire y solo quedará aquí el eco de tantas historias de buena gente que se asoma cada mañana al programa”.

Porque, una vez más, en condiciones extremas, en momentos críticos, la radio demuestra que está hecha de piel y sentimiento, de emociones, de autenticidad. Así que también tengo el salón lleno de gente llena de nuestros mismos miedos, de nuestras mismas esperanzas. Yo milito en la idea de que la radio es el medio que más se parece a la vida incluso cuando a la vida le cuesta abrirse paso. Al fondo del pasillo, allí donde no llegan las salpicaduras de las palabras que leo en alto cada madrugada, una cuna espera la llegada de Leyre.

Pedro Blanco es periodista y puedes escucharle de lunes a viernes en Hoy por hoy, de la cadena SER.

Andrés Molina (Madrid, 1952) es pensionista. Esta tribuna pertenece a la serie La Experiencia Personal, que EL PAÍS Madrid publica a diario durante la cuarentena por coronavirus. Puedes leer aquí la experiencia personal de Celia Blanco (Funeral Malasañero), de Miguel Ezquiaga (Velatorio digital por el abuelo), de Andrés Molina (Desde la experiencia de la vejez), de Jaime Casal (La última videollamada), César Martínez (El cumpleaños de Charo se canta en el patio de luces), Esther Arroyo (“Liberar espacio: a mi abuela de 93 años la sacan de paliativos”), de Miguel del Arco (¿Cómo estar tranquilo cuando sabes que tienes una plantilla?), de Mariah Oliver (“Dos meses sin cobrar el sueldo”), de Victoria Torres (La tribu se pone en marcha) , de Juan José Mateo (Ojo, que tiene 38º) o de la Doctora María Sainz Martín (Ponerse al día).